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Hace 33 años, la Madre Teresa de Calcuta vino a Miami a poner en acción su misericordioso lema de amor: “Servir a los más pobres entre los pobres”.
Desde entonces, cada mañana un grupo de hermanas de la Congregación de las Misioneras de la Caridad cubiertas con el distintivo sari blanco con rayas azules, deja tras de sí la verja del pequeño convento donde viven sin aire acondicionado ni lavadora ni televisión, para entrar, al otro lado de la calle, en el mundo de la pobreza: un comedor para los desamparados fundado por la Madre Teresa.
En días recientes, al terminar la oración matutina en una capillita con la imagen de Nuestra Señora de Fátima, las hermanas, acostumbradas a escuchar palabras cándidas de personas agradecidas, se encontraron con una notificación de la Ciudad de Miami en un poste de electricidad que las acusa de una violación de los códigos municipales.
Aparentemente, nunca habían obtenido un permiso para alimentar gratuitamente –y sin fondos del erario público–, a cientos de desamparados que ven en ellas el reflejo del símbolo universal de la compasión y la dignidad que representa la Madre Teresa.
“¿Qué estamos violando?”, preguntó la hermana Lima Marie, superiora de la casa. “¿Ocuparse de los desamparados es una violación?”
Las hermanas se sintieron intimidadas porque la notificación culmina recordándoles que la operación “de un negocio sin las licencias requeridas es ilegal bajo la ley estatal y local, y es penalizado con arresto criminal o cierre del negocio”.
Con ese agresivo lenguaje se hace obvio que el gobierno de la ciudad no tiene ni el mínimo respeto por estas abnegadas religiosas ni la sensibilidad necesaria para diferenciar entre un “negocio” sin licencia, y una obra de caridad.
“Nosotras no estamos operando un ‘negocio’. Nuestro ‘negocio’ es hacer el bien”, comentó la superiora a El Nuevo Herald en una inusual entrevista; las misioneras no hacen declaraciones públicas al haber jurado votos de humildad y pobreza.
“Para nosotras”, continuó, “la misión es solo una: saciar la sed de Jesús en la Cruz mediante el trabajo por la salvación y santificación del alma”.
Sentados a la mesa, unos 300 desamparados que ingresan cada día en tres turnos durante la mañana, escuchan la lectura del Evangelio del día y la reflexión sobre la escritura tanto en inglés como en español. Inmediatamente después, un ejército de voluntarios les sirve platos llenos.
Lima Marie recordó que “Madre” –como llaman unas 5,000 misioneras alrededor del mundo a la hoy beata fundadora de la orden–, “decía que la verdadera hambre, es el hambre del alma”.
La amenaza de la Ciudad pone el cuño oficial a un enfrentamiento con las hermanas que no es nuevo, debido al aglutinamiento desordenado de los desamparados en las calles circundantes al convento próximo al centro hospitalario Jackson Memorial. A tres cuadras, se encuentra el Complejo de Ciencias Naturales y Tecnología de la Universidad de Miami, cuya primera fase fue inaugurada en febrero. La universidad promete que el recinto transformará a Miami en un destino de primera línea a nivel mundial para la biomedicina.

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